
He salido a buscar la noche. Me llamaba , sentía su voz como tiraba de mí y obedeciendo he salido en busca de su llamada.
Las calles estaban desiertas, pero apenas me fijé en ellas. Sólo sabía que mis pasos llevaban ya un rumbo fijo.Y llegué a mi destino. La puerta del parque estaba abierta y entré. Lentamente, bebiéndome los olores de la noche. El silencio me arropaba. Caminé por mi ya conocido camino de las Rosas de Siria y sentí la necesidad de sentarme en un banco para observar todo aquello que me rodeaba.
Encogí mis piernas , las rodeé con los brazos y observé todo lo que se puede observar en una noche de luna llena.
Sentí paz, sentí plenitud, sentí como si algo fuese a estallar dentro de mi pecho. Olí la tierra mojada y mi mirada se prendió en un charco donde se reflejaba la luna. Quise cantar. Algo suave, algo dulce, pero mi voz había enmudecido.
Cerré los ojos para sentirme viva y un escalofrío recorrió mi cuerpo. ¿El relente de la noche?.Abrí los ojos impulsada por algo y vi a lo lejos como se acercaban luces, como pequeñas luciérnagas, y a medida que con un ritmo cadencioso se aproximaban, iban tomando la forma de figuras etéreas que no se posaban en aquella tierra mojada por la humedad de la noche.
Figuras cada vez más parecidas a las humanas pero rodeadas de un halo especial.
Y paseaban. Unas solas, otras cogidas de la mano, pero todas a un ritmo lento, casi se podría decir que se movían siguiendo una melodía.
No llegaron a acercarse a mí, creo que permanecí invisible para ellas, que se habían adueñado por completo del parque. No oí sus voces, pero hablaban. No oí sus risas, pero reían. No vi sus besos, pero se besaban.
Me sentí feliz, afortunada de poder vivir una situación tan inexplicable como la que estaba viviendo.
Miré hacia aquella luna llena que parecía guiñarme un ojo, y comprendí que habia sido ella la que me había llamado, la que había traido mis pasos hacia aquí, para hacerme partícipe de una vivencia que sólo ocurre en el parque,en mi parque, en las noches de luna llena.
Malena